Época:
Inicio: Año 1 A. C.
Fin: Año 1 D.C.

Antecedente:
LA FLORIDA DEL INCA



Comentario

CAPÍTULO XXXIII


El gobernador se certifica del motín y trueca sus propósitos



El gobernador no quiso, en cosa tan grave, dar entero crédito a los que se la habían dicho sin primero certificarse en ella de sí mismo. Con este cuidado dio en rondar solo de noche, y más a menudo que solía, y en hábito disimulado por no ser conocido. Andando así, oyó una noche al tesorero Juan Gaytán y a otros que con él estaban en su choza que decían que, llegando al puerto de Achusi, donde pensaban hallar los navíos, se habían de ir a la tierra de México o del Perú, o volverse a España, porque no se podía llevar vida tan trabajosa por ganar y conquistar tierra tan pobre y mísera.

Lo cual sintió el gobernador gravísimamente, porque entendió de aquellas palabras que su ejército se deshacía y que los suyos, en hallando por donde irse, lo desamparaban todos como lo hicieron al principio del descubrimiento y conquista del Perú con el gobernador y marqués don Francisco Pizarro, que vino a quedar con solos trece hombres en la isla de Gorgona y que, si los que entonces tenía se le iban, no le quedaba posibilidad para hacer nuevo ejército y quedaba descompuesto de su grandeza, autoridad y reputación, gastada su hacienda en vano y perdido el excesivo trabajo que hasta allí habían pasado en el descubrimiento de aquella tierra.

Las cuales cosas, consideradas por un hombre tan celoso de su honra como lo era el gobernador, causaron en él precipitados y desesperados efectos, y, aunque por entonces disimuló su enojo, reservando el castigo para otro tiempo, no quiso sufrir ni quiso ver ni experimentar el mal hecho que temía de los que tenían sus ánimos flacos y acobardados. Y así, con toda la buena industria que pudo, sin dar a entender cosa alguna de su enojo, dio orden cómo volverse a entrar la tierra adentro y alejarse de la costa por quitar a los mal intencionados la ocasión de desvergonzársele y amotinar toda su gente.

Este fue el primer principio y la causa principal de perderse este caballero y todo su ejército. Y, desde aquel día, como hombre descontento a quien los suyos mismos habían falsado las esperanzas y cortado el camino a sus buenos deseos y borrado la traza que para poblar y perpetuar la tierra tenía hecha, nunca más acertó a hacer cosa que bien le estuviese, ni se cree que la pretendiese, antes, instigado del desdén, anduvo de allí adelante gastando el tiempo y la vida sin fruto alguno, caminando siempre de unas partes a otras sin orden ni concierto, como hombre aburrido de la vida, deseando se le acabase, hasta que falleció según veremos adelante. Perdió su contento y esperanzas, y, para sus descendientes y sucesores, perdió lo que en aquella conquista había trabajado y la hacienda que en ella había empleado; causó que se perdiesen todos los que con él habían ido a ganar aquella tierra. Perdió asimismo de haber dado principio a un grandísimo y hermosísimo reino para la corona de España y el haberse aumentado la Santa Fe Católica, que es lo que más se debe sentir.

Por lo cual fuera muy acertado, en negocio tan grave, pedir y tomar consejo de los amigos que tenía, de quien podía fiarse, para hacer con prudencia y buen acuerdo lo que al bien de todos más conviniese. Que pudiera este capitán remediar aquel motín con castigar los principales de él, con lo cual escarmentaran los demás de la liga, que eran pocos, y no perderse y dañar a todos los suyos por gobernarse por sólo su parecer apasionado, que causó su propia destrucción. Que, aunque era tan discreto como hemos visto, en causa propia, y estando apasionado, no pudo regirse y gobernarse con la claridad y juicio libre que las cosas graves requieren, por tanto, quien huyere de pedir y tomar consejo desconfíe de acertar.

Con el temor del motín deseaba el gobernador salir presto de aquel alojamiento y volverse a meter la tierra adentro por otras provincias que no hubiesen visto porque los suyos no sospechasen su intención y atinasen con su pretensión si volviese por el camino que hasta allí había traído. Y así, con ánimo fingido, ajeno del que hasta entonces había tenido, esforzaba a sus soldados diciéndoles convaleciesen presto para salir de aquella mala tierra donde tanto daño habían recibido, y mandó echar bando para caminar tal día venidero.